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lunes, febrero 25, 2008

Dante frente a Beatriz.*

La sombra, la oscuridad encargos del pasado, de un pesimista sincero e inseguro de futuro incierto. Pero ahora camino con paso firme a tu lado, solo con el temor de perderte y que descubras que mis palabras son sinceras. Sabed que te quiero, pese a la cordura de una sociedad que no entiende la juventud de una niña y el amor de un viejo aun joven.
Blasfemaría si niego que todas las palabras son pocas para desvelarte un sentimiento tan presente en mi corazón, que es ridículo decirte que bajo el negro manto de las estrellas echo de menos la frialdad de tus manos y el abrazo de tu cuerpo. Sería un necio si cada vez que te amo tuviera que recordártelo, con un te quiero, porque ni Morfeo podría acallar mis palabras.
¿Decidme pues si en mis ojos, en mis manos y en mis labios no encontráis el noble aliento de mi amor? Ya que en tan ordinarios gestos esbozo las palabras justas de mi amor.
Estas son la templanzas de mis palabras a la pureza de un sentimiento difícil de explicar para los más noble de los artitas y yo plebeyo de arte solo quería que supieses una pequeña gota de mis pensares en ti. Pues muchacha no olvides jamás cuanto te quiero.