Buscar este blog

domingo, marzo 27, 2011

El momento más dulce del día.

Acaece la madrugada en la inquietud del despertar de mis ojos, desvelo de nuevo tu rostro junto al mio que descansa a mi lado y esbozo una sonrisa silenciosa al ver la belleza de la inocencia de tu sueño, entonces mi mano acaricia tu suave y oscura mejillas y tú aún somnolienta te despiertas y dibujas en tu faz una mueca parecida a una sonrisa cansada, yo suspiro de alegría. Mientras los primero rayos de luz ahuecan la ventana, aunque todavía en la oscuridad somos como dos niños que buscan amor antes que un puro acto carnal, será  que el tiempo juega con nuestras mentes y parece no pasar y en silencio hablamos sin palabras de un amor puro como el mar. Entre palabras de amor y bromas tomas mi cuerpo en un abrazo y por un instante parecemos respirar a la par, pues tu aliento se mezcla con el mio, entonces la calma entorna mi mente con la seguridad de que me amas y lo incompleto de mi ser en los momentos de tu ausencia, tú me ves distraído y preguntas, pero yo no contesto con palabras y cierro los ojos porque solo quiero estar, solo contigo y repetir estos gestos cada mañana.

 Dicen que la sencillez esta en el amor perfecto y que es más sencillo que soñar despierto a la vez que dormido, siempre a tu lado, por esa razón entre el sueño y el despertar es el momento más dulce y mi preferido porque no hay algo más intimo que morir y vivir cada noche y cada mañana con tu amor.
  

jueves, marzo 03, 2011

La historia del vino:


Llovía encarecidamente sobre las calles, como si el cielo estuviera llorando por algún motivo, mi mirada baja distante, del ir y venir de los coches y de la poca gente que se había encontrado la tormenta en su vuelta a casa después de un día cesante de trabajo, entonces uno de aquellos viandantes, choco con mi hombro a la vez que yo choque con el suyo haciendo que mi vista resbalara sobre el agua hasta aposentarse en una vieja farola que apenas se apreciaba su figura simplemente se veía su luz cegadora, haciendo que en mí recalase el recuerdo de una botella  de vino, como las que antaño mi padre descorchaba, aquel momento feliz hizo que mis pasos me condujeran a un pequeño bar cerca de una iglesia llamado el Racó de S’Art.


Me sacudí el abrigo provocando que algunas gotas de agua cayeran al suelo, en las paredes miles de dibujos cual más extraño para un hombre poco entendido en el arte moderno, pero de nuevo mis ojos como ave rapaz cayeron sobre una botella de vino posada en un estante de forma horizontal, el camarero me dijo que quería tomar, yo le mire y sin más preámbulo del que mi mano señalase aquella botella.


Me senté en una silla cerca de un pequeño escenario donde se proponían a dirigir alguna mera actuación, él camarero trajo la botella y se dispuso a descorcharla pude apreciar sus manos gastadas y llenas de cayos, como agarra y utilizaba con precisión de años el saca corchos hasta que descorcho la botella, mientras el me hablaba de la actuación yo  pensaba en aquellas tardes donde en plena juventud salíamos cerca de la costa  a tomar una o otra copa de vino, de aquel de tan malo porte, pues la vaga olor del mar tuvo una tenue presencia en mi olfato.


El camarero derramo el néctar de la uva, denso y fuerte como el color de la sangre, algunas gotas desbordaron la copa, pese a no parecer que esta tuviera fondo alguno, porque como una costa de una tierra olvidada, parecía golpear la copa como las olas en la arena, entonces me dispuse a beber algo pero mi gesto fue interrumpido por un viejo guitarrista sevillano que con su buen compadre en el cajón comenzó a tocar, transportándome a los viejos caminos castellanos donde aquel vino había nacido y donde yo en el pasado había caminado y visto las maravillas de una España pagana y caballeresca.

   

Mis manos mojadas resbalaban en la copa y esta parecía tener vida propia, pues parecía balancearse de un lado a otro, la agarré con fuerza y la acerqué a mi boca, entonces el olor profundo del vino invadió mi nariz, recordando a un perfume que creía olvidado pero la imagen de aquel recuerdo aún era borroso, así que moje en mis labios el bello líquido de Baco, pues juró por Dios y no en vano, que sentí los labios de un antiguo amor de verano y mi cuerpo helado por la tormenta noto de nuevo el calor del largo estío y del amor derramado.


Dejé la copa encima de la mesa y apoye mi cabeza sobre la mano, altivo como un emperador romano, el camarero se acercó a mí y me dijo ‘que mis lágrimas por el pasado habían sido marcadas, pero no por mis ojos, sino por las gotas de vino ahí derramadas. Pues mi corazón había sido librado de tanto cargo del pasado, y ahora podía, yo ya marcharme en paz, pues el alma sólo se cura con el sangre de la uva.’

Aún recuerdo ese día, cuando mis pasos me condujeron al Racó de S’Art no sabría describir aquel lugar parecido a un sueño aunque en mi estante aún conservo aquel obsequio de una botella vacía, que me recuerda lo bien sabido por aquel camarero.



Historia: Xavier Garrido Galmés/ Autor del blog.
Imagenes: Patricia Janer Calafat.