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lunes, noviembre 30, 2009

La precisión del artista.

Sus ojos perdidos asomaban por la ventana, su tez morena y seria, desenfocaba la imagen en un suave matiz de claroscuro donde la canosidad de su pelo era el foco y centro de los ojos que desearan posar su vista en aquel rincón apartado de la sala.
Observante y a la vez distraido, dibujaba en su mente claros pensamientos de vidas inexistentes que la oscuridad de su mente cubría hace sólo un leve instante, ahi nacía la precisión del artista, el que es capaz de ver donde no hay nada que ver, y aquel hombre anciano poseia en silencio el don y la desesperación de su creación, que tanto me asombraba, porque sólo el control de una gran razón podia distinguir al loco de un artista u sólo el control de su mente podia mantener esa suave linia.
Me miró y sonrio, porque hacía tiempo que yo lo observaba en el inocuo silencio de la sala, algo en él era presente en mí y él lo sabía, yo deseaba como él, vivir aquellas lejanas historias, compartir lecho y sabanas con aquellos amores perfectos e imperfectos, reconecer el amor con una simple mirada y hacer mi vida más intensa robando y prolongando el tiempo cada segundo en varias vidas.
Entonces entendí aquella maldición que en mí alma se fraguaba desde mi más tierna infancia, para vivir necesitaba borrar mi rostro y desunificar mis sentidos, ya que como un libro en blanco dispuesto a la escritura será la vida mía, porque deseo amar con más de un corazón, poder odiar con más intensidad que cien hombres, pero eso jamás será entendido por alguien que no sea un igual, por alguien que no vea donde no hay nada.

viernes, noviembre 20, 2009

La princesa que cayó de su trono

Prolonga la noche en cirios rotos, de calles humedas, el sabor y el desazón de una mujer inquieta que ronda las esquinas, allá su mirada perdida en loquece en los tiempos donde el hombre rinde el corazón al hambre voraz de su libido y esa es la comida de tan exaltada mujer que no desea vivir tanto para descubrir que no hay cambio.
Ronda de portal en portal, de coche en coche, de cama en cama, sin hallar felicidad sin ahogar sus lagrimas en sus ojos, yo la contemplo con pasos de un vianante y siento en silencio su pena y su melancolia, entonces sus ojos se cruzan por un leve segundo con los míos y sus lagrimas se hacen las mías y como una princisa que cayó de su trono intenta levantar su reino y su fuerza solo es las ganas de sobrevivir y su debilidad no haber elegido el camino correcto, porque un error puede marcar hasta el más noble ser, como es la mujer.