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domingo, abril 27, 2008

Acción de autenticidad

Escucha lo que escribo y háztelo tuyo, pues es lo que siempre te quise contar y mi corazón no pudo:
En las noches frías tu olor es mi calor, tus caricias mi vida porque sin ellas este viejo transeúnte de palabras hubiera acabo con su cuento. La verdad es que hace tiempo que te quiero y el error es la cobardía de mi boca por no narrar lo que ahora tus ojos presencian, demasiado tarde para tenerte, demasiado para olvidarte.
Ahora sé que ya no me quieres aunque yo por las noches te eche de menos, mientras mi corazón se transforma en dura roca y demuestro con mis gestos el hombre que en verdad no soy. La verdad es que siempre he tenido miedo y he demostrado que no soy fuerte, pero no olvides jamás que en aquellas noches que dormí entre tus brazos y adorne tus labios con besos fui el hombre más feliz del mundo y por una vez volví a ser humano.
¿Te preguntaras por qué soy incapaz de confesar lo que pienso? Ya que es mucho más de lo que escribo, pero es el simple hecho de no molestarte cuando me veas. Pero en este sincero gesto te quiero dar las gracias ya que eres la única de sacar la autenticidad de mi alma de las sombras. Así que gracias.

lunes, abril 21, 2008

Itaca

El sol ya ilumina la costa y oscurece el rostro del navegante por la triteza del fin de un largo viaje. Tal vez en las costas vecinas, donde él era un extraño que paseaba entre comercios y usuras de vidas agenas a la suya, desvelo iracundas verdades adulteradas por razonamientos equivocos. Tal vez encontró entre las mujeres de vella casta, a quién amar, a quién abrazar por las noches y el despertar de un aroma que jamás desaparecera en su mente.


Pero todo aquello que escapo entre soles y lunas ya no importa, porque como un cantó de sirena empujado por las azules y blancas olas del mar a guíado al noble marinero hasta las costas tranquilas del Hades donde sus deseos de libertad acabaran silenciados por dantesco sonido de una pala. Entonces los ojos miraran con tierna estupidez los gestos de una vida finalizada que las arenas del tiempo borraran sin dejar costancia en memoria.


Ahora en mis ojos ciegos se proyecta lo que aquel noble marinero vió y sintió entre las aguas y tempestades de una vida que no fue cantada, porque simplemente fue una vida olvidada y surge en este pobre corazón el reflejo de las aguas marinas, que proyectan en silencio auqello que los hombres no narran, pues aquel tiempo que no me pertenece es el que me fascina porque el tiempo que me tocó vivir no le pertenezco, ya que soy contador de vidas pasadas y no de mi tiempo, pues ya he llegado a puerto.

domingo, abril 20, 2008

El entender de vida

Al encuentro del visitante resplandece la incunia de los ojos que lloran, tras el abismo del raciocinio que los inmortales mundos de mi cabeza desguazan en palabras.

Piedras de templos que ya no componen nada, solo imágenes a medio terminar que al acercarme no comprendo, creer dicen los vivos y sabios, pero incrédulo son los ojos de un sentir que hiere a la propia mente que los proyecta. ¿Como creer en aquellos narcisistas hipócritas? cuando nadie tienes y solo el roce fresco de un ataúd alivia tus lágrimas.

No hago ademán de esta vida y pese a mis quejas el corazón roto no reacciona, imponiéndose a mi voz el canto de las parcas. Esa es la desdicha de la vida que todo hombre a de asumir, la responsabilidad de unos actos eternos que en enloquecerán bajo las olas del tiempo la cordura del ser.

Pues, hombre acostúmbrate a andar entre las desgracias de la vida con la habilidad de los alegres, ya que es preciso el sufrimiento para pincelar con fina tinta de oro esos momentos únicos que hacen de ti vida, tal vez no ames más y el horror se asome a tus ojos vestido de negro, tal vez encuentres aquello que buscas entre la alegoría de las gentes que te rodean, pero jamás rechaces el amor ni el sufrimiento de tú alma, porque eso es dulce vida de ángel.

*incunia: Malestar, llanto

miércoles, abril 02, 2008

El principio del Fin

El disparo trono en la sala y el sonido de un cuerpo cayendo al suelo, me golpeo en los timpanos. Mi captor me libero de mis ataduras, pero me rogó que por el bien de los dos aun no me quitara la venda que cubría y cegaba mis ojos, puso mi mano sobre su ombro y comenzamos a caminar, el sonido de la cerradura de la puerta de la sala abriéndose.

Después de subir aciegas unas larguisimas escaleras el aire se hizo más tibio.

- Ya te pues quitar la venda.-

Mis ojos que habían acariciado la oscuridad por largo tiempo, ahora se avatían en un limpio rayo de luz que promulgaba en estos una larga ceguera. El hombre que me había liberado para luego encarcelar me en un sótano húmedo y oscuro me había vuelto la libertad, tenía unos treinta años de tez morena y barba a medio recortar, me miro con sus ojos negros que como el vil metal se clavaban en mi cabeza.

-No, sabes quién soy, pero ahora eso es lo de menos.- Aprovechando la pausa saco un cigarrillo de un pequeña caja de metal ya cascada por el tiempo, el mechero de buena marca hizo que el hombre saborease de nuevo el tan omnistioso gusto de su mal crecido vicio.
-¿Donde estoy?- le pregunté, él dando de nuevo una calada al cigarrillo no me contestó aun, y agotando el humo de sus interiores, prolonga tan extraña charla.
-¿Donde te has metido? Tendría que ser tu pregunta, porque si sales con vida es que habrán caído muchos antes que tú.-
No sabía a que se refería el extraño mundo que me había rodeado hasta entonces era nuevo para una vida inmunda y sencilla de un simple astillero que no deseaba más desgracias. El hombre de tez morena saco un pequeña pistola.
- Aquí tienes lo que te espera, aprendes a utilizarla contigo o aprendes a utilizarla contra aquellos que te deseen mal.-
- De que demonios hablas. No quiero un arma. Es que la guerra no ha sido ya suficient...-
-No. Para algunos nunca hay suficiente.- Su voz amable se había tranformado por un momento el la voz fría y seca de la muerte.
- O me ayudas a ayudarte, y coges el arma, o te ayudas a morir sin dolor ahora que puedes. Tú decides.- Mientras su lengua erguia estas palabras el arma había puesto su visión entre mis ojos. Tomé aire la decisión era bien clara o descubría que era aquella chica y todo lo que estaba pasando o moría ahora o más tarde, porque la única verdad era que alguien que desconocía me quería dos metros bajo tierra.