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domingo, diciembre 17, 2006

El amor de un viejo ya muerto.

La oscuridad había llegado a la plenitud de la noche, solo una esquiva luna proyectaba algo de luz sobre la arena donde nuestros cuerpos se conocieron y juntos consumieron el amor entre hombre y alma, aquella, que vi por un momento perdida en el desdén de mi corazón marchito en una noche de truenos y lluvia, aquella, que me devolviste joven mujer y mientras mis manos llenas de pecado jugaban con tú cuerpo desnudo, y mis labios te besaban con la divina pasión que besa un padre a su hija, labios carnosos y de color de miles de rosas, como hubiera querido arrancarlos para devorarlos gustosamente y lentamente en la eternidad de mi condena, tú serás mi noble condena oh mujer ya que os venero y os amo, y yo viejo escritor de pluma sencilla y manos cansadas escribirá en la infinitud del cielo y los astros con sus palabras deslucidas jamás podrá proyectar una imagen digna de lo que me hiciste sentir en aquella noche de estrellas donde mi boca beso a la divinidad en persona, y nuestro Dios se arrodillo ante el amor sincero y pasión perversa de dos jóvenes enamorados, él cual ahora me condena a una vida mundana lejos de aquella joven mujer, invocando al silencio amo de aquellas palabras sin decir, de tantos sentimientos sin expresar los cuales olvidare por el camino de la vida.
En mi último suspiro y en mi última existencia ante ti mujer, Dios y alma dirá a aquellos de los presentes nacidos de mi cuna, que gracias por hacerme vivir tan solo un segundo en tú paraíso y aunque mi condena sea dura y eterna, podré gritar de jubilo al recordar que por miserable que fuera en vida al menos roce con al punta de mis dedos el cielo y caerá de mis ojos una pequeña lagrima sincera, ya que ame y perdí, pero al menos ame.