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miércoles, abril 15, 2009

El frió del trovador

El silencio asomaba por la ventana de nuevo despertar, mis ojos se palidecian con el murmullo del sol en el horizonte. Mi alcoba nomada con sus andares de borracho me habían llevado al principado del reino, y mi voz obra de mi lengua clamaba con cuentos y canciones unas pocos monedas o tal vez un mendrugo de pan.
Durante la mañana el estomago no calló ya que no hubo prosperidad entre tanta fama burguesa, entonces un hombre de buen traje y bigote de actor se fijo en mi obra, decía que pese a la hermusara de mis cuentas ninguna persona escucharía pues un artista a de ser de estomago lleno, ya que igual que el filosofo se alimenta de sus propias ideas.
Dijo que compañara y tras unos largos minutos de andar, una pequeña puerta de un jardín extenso se abrió ante nosotros, las flores exuberantes en su aroma, teñian mi olfato de dulces gamas de colores, pero el hombre que anda con paso firmé no se entretenia a mirar el paraiso de la mano creadora del hombre, tan común era ese paisaje para sus ojos que su alma había perdido color.
Una vez llegado la casa me llevó a la cocina y como cerdo me alimente de empanadas de carne, mas no parecía humano sino un canibal, los señores tocaban una y otra vez una campanilla y los sirvientes como hormigas venían e iban alimentando a su realeza, entonces aquel buen hombre dijó ahora pagá con parte de tu arte a los nobles señores de esta casa pues no buscan más que pura distracción.
Me levanté, el estomago ya en silencio ahora pesado antes ligero, hacía que mis movimientos fueran tranquilos y pausados, llegué a la sala y pese a lo grande de esta un punto relucía como tan bello tesoro, pues no era cobre, ni plata, ni oro.
El gran señor que ahi acometía de anfritrión era llamado por todos Sir Cronos, porque decían que era amo y señor de todo incluso del tiempo.
Empecé mi actuación:

El frió hiela a la gentes, pues en el palacio el blanco tiñe incluso el fuego más devastador, narra historia de un joven trovador, que con su alegría y cantó hacía de la piedra más fría el fuego mismo de la pasión, un día su canto llegó como flecha de cúpido al corazón de una dama, pues nuestro hombre presumía de no haberse enamorado jamás y que la calor de sus canciones provenía del frio de su almuhada.
La bella dama pagó una de sus sirvientas para que fuera a buscar a tan garrido hombre, pues las cadenas que cúpido habían tallado en ella eran tan fuertes que soló aquel joven podía liberar.
La sirvienta cumplió su cometido y el joven poeta a albor de luz de luna, en la cama de blanca seda besaba y saciaba el fuego de sus entrañas, la muchacha al resplander el sol en su balcón hacía que su amor de noche desapareciera y volvía a ser mujer de su tiempo, cada noche a la salida de la luna el amante aparecía y describía con sus manos tan bello encuentro, pero de él pues las cadenas que ataban a la dama fueron ahora las suyas y esta poco a poco fue liberada de ese amor, dicen que conoció a un hombre de bien que de día a luz del sol no avergonzaba los ojos de la gente pues un poeta o un soñador no era digno para tan amarga sociedad, el trovador un ´noche de enero notaba el frió en sus huesos y subió como cada noche el frió balcón de piedra, pero sus manos no quisieron resvalar y el cuchillo fue clavado en sus alma, pues su amor acostada con otro hombre se encontraba, dicen que el trovador perdió la voz y así el pan que lo sustentaba pues lo que fue calor en su interior ahora solo frió es, y la muerta tiño el vivo rostro de frió blanco cadaver, pues amar es vida o es muerte.

Los aplausos llenarón la sala, y dejaron a continuación un sebero silenció que Sir cronos aprovechó para dar a mi voz un descansó.

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