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miércoles, abril 02, 2008

El principio del Fin

El disparo trono en la sala y el sonido de un cuerpo cayendo al suelo, me golpeo en los timpanos. Mi captor me libero de mis ataduras, pero me rogó que por el bien de los dos aun no me quitara la venda que cubría y cegaba mis ojos, puso mi mano sobre su ombro y comenzamos a caminar, el sonido de la cerradura de la puerta de la sala abriéndose.

Después de subir aciegas unas larguisimas escaleras el aire se hizo más tibio.

- Ya te pues quitar la venda.-

Mis ojos que habían acariciado la oscuridad por largo tiempo, ahora se avatían en un limpio rayo de luz que promulgaba en estos una larga ceguera. El hombre que me había liberado para luego encarcelar me en un sótano húmedo y oscuro me había vuelto la libertad, tenía unos treinta años de tez morena y barba a medio recortar, me miro con sus ojos negros que como el vil metal se clavaban en mi cabeza.

-No, sabes quién soy, pero ahora eso es lo de menos.- Aprovechando la pausa saco un cigarrillo de un pequeña caja de metal ya cascada por el tiempo, el mechero de buena marca hizo que el hombre saborease de nuevo el tan omnistioso gusto de su mal crecido vicio.
-¿Donde estoy?- le pregunté, él dando de nuevo una calada al cigarrillo no me contestó aun, y agotando el humo de sus interiores, prolonga tan extraña charla.
-¿Donde te has metido? Tendría que ser tu pregunta, porque si sales con vida es que habrán caído muchos antes que tú.-
No sabía a que se refería el extraño mundo que me había rodeado hasta entonces era nuevo para una vida inmunda y sencilla de un simple astillero que no deseaba más desgracias. El hombre de tez morena saco un pequeña pistola.
- Aquí tienes lo que te espera, aprendes a utilizarla contigo o aprendes a utilizarla contra aquellos que te deseen mal.-
- De que demonios hablas. No quiero un arma. Es que la guerra no ha sido ya suficient...-
-No. Para algunos nunca hay suficiente.- Su voz amable se había tranformado por un momento el la voz fría y seca de la muerte.
- O me ayudas a ayudarte, y coges el arma, o te ayudas a morir sin dolor ahora que puedes. Tú decides.- Mientras su lengua erguia estas palabras el arma había puesto su visión entre mis ojos. Tomé aire la decisión era bien clara o descubría que era aquella chica y todo lo que estaba pasando o moría ahora o más tarde, porque la única verdad era que alguien que desconocía me quería dos metros bajo tierra.

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