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martes, marzo 04, 2008

El interrogatorio

La casa en poco tiempo quedo completamente en silencio, y el aire comenzó a turbarse, mi cuerpo adormecido y mis ojos a medio caer, hasta que al final cesaron su luz en la oscuridad.



El llamado sueño eterno tocaba a mi puerta, entonces una extraña sensación me despertó, vi un hombre y note el roce del suelo en movimiento.


Una vez en las escaleras empecé a toser, como si se tratasen de los primeros llantos de vida de un niño recién nacido. Aquel nuevo amigo me agarró del brazo derecho y me ayudo a bajar las escaleras, cuando apenas faltaban tres escalones mi pierna izquierda no reacciono y caímos los dos, solo recuerdo como me dolía el brazo y el tacto con el suelo apenas lo note en el resto del cuerpo, el hombre me volvió a levantar y poco a poco llegamos hasta la puerta abierta, al salir el aire me refresco los pulmones, estaba vivo, gracias él, yo estaba vivo.

Mi cuerpo borracho de gas fue obligado a entrar en un furgón, mi mente vaga en ese momento solo visualizo el color negro de cristales y carrocería. Una vez dentro del furgón note un golpe seco en la nunca.

Al despertar me encontré con la vista cegada por una tela negra, y maniatado de pies y manos en una vieja silla de madera de red. Entonces mis oídos captaron el resquebrajar de una puerta que se habría, con la cabeza cubierta intente mirar, a lo absurdo de mi acción le siguieron una palabras de una voz nueva para mis oídos.


- ¿Ya estas despierto?-. Era una voz seca de hombre joven.

-¿Donde estoy?- Le pregunté.

-Eso no te tiene que preocupar ahora.- Al callar oí romper una cerilla de aquellas cajas de hoteles que solo los acomodados se podían permitir, la ceguera momentánea había agilizado mis oídos o tal vez el miedo y escuche el roce de la cerilla contra la caja y como el fuego se hacia dueño del fósforo, entonces un olor a tabaco se adueño de mi nariz y note como algo de calor se acercaba a la herida de mi brazo izquierdo.

-!Ahh...¡- Grite aquel animal había apagado el brillante fósforo sobrante sobre mi herida de bala.

- Bien, ahora que ya nos conocemos, me gustaría preguntarle un par de cosas. Ya que veo que ha quedado claro quien tiene la sartén por el mando. ¿Lo a entendido?-

-Sí.- Contesté.- Mi cuerpo asumió el nuevo rol de sumisión.

-Vale, ¿dígame su nombre y su procedencia?-

-Me llamo Jericó Galmés Torres, soy propio de Manacor y Eivissa.-

-Entendido, bien Jericó, escuche. ¿ Por qué ellos le siguen?.-


-¿Quienes?-


-¿Venga no sea absurdo? -soltando un media carcajada partida-¡Y contésteme la maldita pregunta!- Su mano derecha, rozo mi cara con rapidez. Las lágrimas empezaron a mostrarse en medida en mis ojos .El miedo acelerando mi respiración y provocando palabras tartamudas, me complicaba más la acción de hablar.- No, no, no lo sé.-

-No lo sabe... ¿O es que no quiere contestar?-

El silencio siniestro de la incertidumbre se apodero de la sala que se interrumpió con el sonido cortante de un cargador introduciéndose en el arma del verdugo.

-Bien, Jericó. Por última vez ¿por qué van a por usted? Por favor, no me obligue hacer cosas que no quiero hacer.-
El temblor había desaparecido, ahora entendía la importancia de mis palabras y si existía aquel Dios que en las escuelas predican, tendría que marcar mis palabras de sinceridad y salvarme la vida.-No lo sé, se lo juro por Dios, que no lo sé, no me mate, por favor, no me mate.-
El sonido claro de una bala acicalando el aire sonó y acto seguido caí al suelo.

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